Las esquinas del aire
Juan Manuel de Prada.
Las esquinas del aire. En busca de Ana
María Martínez Sagi
Planeta, 2000, 578 pgs.
Segunda
obra que leo del en su primerísima juventud famosísimo autor tras “El séptimo
velo”, que pese a lo borroso ya en la memoria creo recordar que me gustó mucho
más que este “Las esquinas del aire”.
Lo que hace de Prada en esta novela
es construir una trama detectivesca de tres personajes más o menos letraheridos
(un librero de viejo, su ayudante, escritor en ciernes que hace las veces de
narrador y Jimena, otra ayudante de librero que se incorpora al grupo y pone su
toque femenino) que investigan sobre Ana María Martínez Sagi, una poeta y
deportista epigonal de la generación del 27 de vida mucho más interesante que
obra, lo cual explica en parte que hasta que el autor la rescatara en su libro
fuera prácticamente ignota.
La prosa de de Prada es para mi
gusto demasiado ampulosa y recargada, demasiado heredera de sus influencias,
que adivino son Umbral, Cela y parte de los falangistas de posguerra. Al mismo
tiempo, pese a tener un buen dominio del idioma, abusa de los adjetivos,
inserta demasiadas opiniones propias a modo de digresión al tiempo que las
conversaciones entre los personajes son poco naturales y en exceso tópicas y
cursis. Pero todo esto no le resta valor a un libro que se hace de veras muy
entretenido y que tiene el mérito de rescatar a una de las ahora tan de moda “sin sombrero”, esas mujeres que al
calor de las libertades que trajo la II República comenzaron a vivir su vida, a
disfrutar de su sexualidad, a trabajar, a escribir, a pensar por su propia
cuenta. Pues Ana María Sagi fue, como decimos, una poeta, cierto es que por lo
que he podido leer de ella mediocre, pero una mujer de bandera que participó en
campeonatos nacionales de lanzamiento de jabalina, fue una excelente nadadora,
arriesgada corresponsal de guerra en nuestro conflicto civil, exilada al
terminar dicha contienda en Francia, donde llegó a colaborar en la Resistencia,
residente luego varios años en el país vecino donde desempeñó diversas tareas y
finalmente profesora en Estados Unidos, donde se jubiló y desde donde ya
regresó a España para morir, nonagenaria, nada más empezar el año 2000.
Nuestra Ana María fue además mujer
de sexualidad libre que parece que entabló una relación sentimental con la
escritora Elizabeth Mulder (de quien tengo noticias desde hace bien poco, al
hojear precisamente esa colección de novelas españolas del siglo XX prologadas
por Entrambasaguas, una colección creo que no justamente ponderada, pues
encierra verdaderas joyas), que pudo ser su gran amor, pero que se vio dicha
relación truncada por los dichosos convencionalismos, lo que deparó un
sempiterno desengaño a nuestra protagonista. Ana Maria tuvo luego una hija en
Francia que falleció muy niña, dejándola doblemente herida.
Resumiendo, Juan Manuel de Prada
hace una obra interesante que reivindica a una mujer de vida intensa, y todo
ello pese a sus conocidas ideas conservadoras, nada próximas a una mujer
cercana a ERC e incluso en algunos momentos de la guerra con simpatías por la
CNT. Un buen libro de un autor al que no se le puede negar su capacidad de
trabajo y su nivel de autoexigencia.
Comentarios
Publicar un comentario