Kundera. La ignorancia

 

Milan Kundera

La ignorancia

Tusquets colección andanzas, 2000, 199 págs.

 

 

Kundera, al que considero el mejor escritor vivo, va a cumplir 93 años este primero de abril, por lo que podemos considerar su obra como cerrada hace ya tiempo. Disidente de la primera hora, su país sufrió la ignominiosa invasión soviética destinada a parar su experimento de socialismo en libertad que fue la primavera de Praga, culmen de ese intervencionismo ruso que, lamentablemente, volvemos a ver para sorpresa de muchos bien avanzado este malhadado siglo XXI.

            Tras una primera obra en checo, que incluye novelas capitales como La broma, La despedida, o la obra que lo hizo una celebridad mundial a principios de los ochenta, y que fue con la que muchos lo descubrimos, La insoportable levedad del ser, sus últimos libros, como este del que tratamos, los ha escrito en francés, siendo Francia su país de acogida tras su huida de Checoslovaquia, un país que ni siquiera existe ya, tras la susodicha intervención estalinista. ¡Cuánto mal ha hecho el comunismo y cuánta gente sigue empeñada en negar esa evidencia!

            Los temas de Kundera suelen ser la memoria, la lucha contra el olvido, la defensa de la dignidad del ser humano, la lucha contra los totalitarismos. La ignorancia, novela que nos ocupa, trata de las peripecias de dos súbditos checos, Josef e Irena, que emigran de su país y vuelven tras los sucesos del año 1989. Irena se había ido a París, donde tras muchas penalidades, incluida la muerte de su marido, comienza a salir adelante trabajando como traductora. Josef, que es veterinario, ha emigrado a la gélida Dinamarca, donde se casó y donde él también ha perdido a su mujer. La casualidad los hace coincidir a los dos en el aeropuerto de París, e Irena se empeña en recordar en Josef a un furtivo ligue de antes de su emigración. Ambos deciden encontrarse en Praga. Y así transcurre esta breve pero intensa obra, con los días de dos exilados de retorno a un país en el que ya no se reconocen y con el que no tienen ninguna conexión, ni familiar, ni de amistades ni lugares queridos, nada les une a su antigua patria checa.

            Los dos deciden tras una cena pasar la noche en un hotel en un clima que, pese al ardor sexual, es frío, pues Josef ni se acordaba de Irena y ella se da cuenta.

            El libro es tan triste y pesimista como lúcido, y no deja de ser un aviso a navegantes ante una historia que vemos que no cesa de repetirse.

 

 

 

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