Dubliners






Ya va llegando el calor y para intentar mitigarlo escuchas el opus 131 de Beethoven por el cuarteto Tokyo. Se han cumplido justo 80 años desde que terminó el conflicto, mi guerra, nuestra guerra, “Lucharemos en las playas, lucharemos en las colinas, defenderemos nuestra isla”, son palabras de un héroe antifascista que con los nacionales fue, curiosamente, algo benevolente. El opus 131 fue lo último que escuchó Schubert antes de morir, pidió a sus amigos que se lo tocaran, fue su último deseo. Para que yo lo pueda escuchar ahora se tuvo que verter mucha sangre, demasiada, hubo que transigir después, llegar a muchos acuerdos. Tengo la idea de que mucha gente se cree que de lo que disfrutamos hoy es gratis, carecen de memoria, o quieren carecer, zambullirse en una estúpida espiral de consumo y vacuidad. “Time past and time present…”. Eliot teoriza en sus four quartets sobre los  últimos cuartetos del gran sordo, su canto del cisne, epítome de la vida de un hombre que luchó como pocos contra la adversidad para legarnos una de las grandes catedrales del arte.

            Paso por tu calle, por vuestra casa, paso por donde pisabas tú hace más de treinta años con tu andar fatigoso, calzados ambos con las esparteñas que comprábamos en las zapaterías de barrio, esas mismas que ya apenas existen. Vengo de una chusca representación sobre el Molinete justo antes del estallido del conflicto. Hace mucho que no leo a Juan Goytisolo, la última debió ser Makbara, en la que viene como cita el proverbio árabe que me tradujo Jamal: “como el viento en una red”. Se debe referir a las palabras vacías, esas que todo el mundo vierte, que todos vertimos: hablamos continuamente sin decir nada, en un vano intento de paliar nuestra soledad.

            Los hijos del Magreb y de más al sur hacen ahora el trayecto inverso al tuyo, cruzan el estrecho en cayucos huyendo del hambre y la guerra, la miseria, las epidemias, los regímenes corruptos y totalitarios que les hacen imposible una vida digna. Te suena, ¿verdad?

            Sé por mamá que tenías justo la edad que yo tengo ahora cuando regresaste a la península con una mano delante y otra detrás con una esposa y tres hijos menores a comenzar de cero. Yo con esa edad estoy más asentado, puede que en el mejor momento de mi vida, en paz conmigo mismo e incluso ilusionado por vivir un amor que de momento no es más que una esperanza, quizá tan vana como todas.

            En otro orden de cosas, los jueces se oponen a que se saquen los restos del caudillo de su panteón y, no contentos con eso, le otorgan legitimidad a su régimen desde el glorioso primero de octubre del 36 y casi nadie se echa las manos a la cabeza.

            Goytisolo deambula por los suburbios de Almería al tiempo que se enamora de  una francesa y proyecta vivir entre París y Marrakech. No tuvo mala vida, igual hasta fue feliz.


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