DXII


El libro favorito de Bernardo era El hombrecillo de los gansos, de Wasserman, que compré e intenté leer pero no me gustó y no lo terminé, y cuando dejo un libro a medias es realmente porque no me gusta, no sé. Un verano de hace mucho tiempo me encontré tomando una copa con un amigo de la adolescencia y fuimos un rato a casa a charlar de los viejos tiempos. Estaba haciendo la mili y me comentó muy serio que estaba pensando en coger el cetme y pegarse un tiro, que su abuelo, que se llamaba igual que él, se había suicidado. No supe qué decirle, pero me acordé de que tenía allí el ejemplar de El hombrecillo de los gansos que era de mi abuelo, el que él había leído, se lo conté y se lo regalé, espero que le sirviera. Hasta donde sé, se encuentra bien.

Nunca le pregunté qué prensa leía durante los años de la República, pero conociéndole, supongo que El Sol, lo más parecido a ese tan querido El País para él, que leyó desde que salió hasta que cayó muy enfermo. Mamá tiene otras fotos de ellos en el cuarto de estar. Él está con una camisa de rayas azules y blancas de manga corta, que recuerdo, moreno y con buen aspecto, desde luego era verano y para ser ya de sus últimos años se le ve bien, con esa expresión de nobleza que tenía y esos ojos azules tan brillantes que ha heredado sobre todo Luis Miguel. Ella está en una foto de estudio, muy joven, apenas treinta, tan bella, quizá poco después de que quisieran llevársela para trabajar en el cine.

Mamá compró ese libro de poemas de Borges prácticamente póstumo, Los conjurados, pues salió a la venta allá por las fechas de su muerte. Hace siglos que no lo leo, aunque lo tengo por ahí, y el poema que abre el libro, Cristo en la cruz, puedo asegurar que es igual de conmovedor para un creyente que para cualquier faceta de descreído, como es mi caso, que ni siquiera me molesto en pensar lo que soy, para qué, nos damos mucha importancia, lo mejor es la ataraxia, hay que leer a Marco Aurelio…”de mi abuelo Vero, la virtud”.

La cita, de memoria, no es exacta, sino: “De mi abuelo Vero, el carácter bondadoso y la impasibilidad. De la reputación y recuerdo que tengo del que me engendró, la discreción y la virilidad. De mi madre la veneración a los dioses y la liberalidad, el abstenerme no sólo de obrar mal, sino también de caer en semejante pensamiento. Asimismo, la frugalidad en el régimen de vida y el mantenerme lejos de la vida de los ricos”. Así comienza este maravilloso libro, las meditaciones de Marco Aurelio, escritas en griego en plena campaña contra los partos y los marcomanos. Me fascina el mundo antiguo, y me fascinan los Antoninos, emperadores y filósofos, pero todo según nos he llegado a través de la Yourcennar y gente así, seguro que no fueron más que unos asesinos, como todos los gobernantes de la edad antigua, moderna y contemporánea. Si hoy lo son mucho menos es porque no los dejamos, porque nos hemos dotado de Instituciones que lo impiden.

Mientras Bernardo agonizaba vi una entrevista en la tele a un anciano Tarradellas, que también aparentaba estar muriéndose, como efectivamente sucedió poco después. Compré La Vanguardia, que venía con muchas páginas y el titular de “Ha muerto el president”.








































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