La octava vida...


La octava vida

(para Brilka).

Nino Haratischwili.

Alfaguara, 2018.

1002 páginas.



Esta novela río, escrita cuando dicho género es más raro que nunca, ha resultado una sorpresa en Alemania, donde ha recibido toda clase de parabienes de la crítica, y supongo que no pocos lectores. La autora es una joven georgiana radicada en Alemania y la novela, si mis noticias no me fallan, se ha escrito en el idioma de Goethe.

            En parte supongo que autobiográfica, cuenta las azarosas vidas de una familia originaria de la patria de Stalin desde los aciagos tiempos de la revolución rusa hasta nuestros días, y está concebida como una carta de la autora, la penúltima generación de la familia, a su sobrina Brilka, la última hasta el momento.

            Como es normal en una novela río de mil páginas en unos tiempos donde dicho género se ha extinguido y si se concibe alguno es normalmente uno de esos horribles long sellers policíacos, el libro tiene altibajos, sobre todo hacia la mitad, para luego remontar en las últimas trecientas páginas. Todo gira en torno a Stasia, la matriarca de la familia, que nace y muere con el siglo, que es el verdadero eje vertebrador de tan atípica (¿o no?) familia y que posee el secreto de un mágico chocolate a la taza que a la vez parece conllevar una maldición, aderezando todo el libro con bastantes ramalazos de lo que fue el realismo mágico, marcando una cierta cercanía con el Macondo de García Márquez.



            Los miembros de esta larga familia se adaptan con todas las dificultades a la larguísima dictadura que imperó en Rusia y todas sus repúblicas satélites, aquel macromundo conocido como la URSS. Algunos, como el abuelo Kostia, llegan incluso a ser un puntal del régimen y tener sus muchos privilegios. Aquí radica una de las tesis de este interesantísimo libro: mientras existió el comunismo, esa gente tenía una casa, un trabajo, un sueldo, asistencia sanitaria, cines, lo que el historiador Mark Mazower en su reciente libro “La Europa negra” llega a calificar como niveles de vida similares a los que había en aquella época en Europa occidental para los países del este. Pero con la caída del muro de Berlín y la subsiguiente implosión de la URSS todo se descontrola, viene una oleada de privatizaciones y desmantelamiento de los estados que sólo conduce a que los miembros de los susodichos partidos únicos se queden con todo y dejen a la mayoría de la población en la indigencia, añadiendo en el caso de Georgia y otras repúblicas conflictos civiles, guerras, verdaderas tragedias humanas.

            El balance que hace la joven autora del comunismo es muy negativo, no saliendo tampoco en exceso bien parado Gorbachov, que en su día tuvo las bendiciones de Occidente y cuya obra y figura vemos cada día más cuestionada.

            Esta obra puede que quede entre las cosas interesantes que se han escrito en lo que llevamos de siglo, el tiempo lo dirá. A mí me ha gustado bastante.





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