Loli, para todas las Lolis

 Loli


Para todas las Lolis.


Alex, vengo de tomar café. Tres o cuatro indigentes me han asediado pidiéndome pasta, el camarero me ha tangado en el cambio, no sé en cuánto, pero sobre un euro. Pero para Rajoy todo va cojonudo, hemos salido de la crisis, esta es una gran nación, se crea mucho empleo, ganamos en todos los deportes, maldito cretino.

Mañana, a las siete y media en pie, al instituto. Joder, estoy hecho mierda, debería pedir una invalidez, pero no me vendría nada bien enclaustrarme en casa a esperar la muerte, drogado, somnoliento, sin amor, sin deseo, rodeado de libros y películas, libros que ya apenas leo, películas que sólo veo de tarde en tarde. Este fin de semana debo ir a comer con los viejos, poca gente más me queda, debí casarme con Loli, al menos ser su pareja, su novio, novio a ratos hetero, a ratos gay.

Pero estoy vivo, y herido de amor. Desde que conocí a Alex, el verano pasado en Santander. Ha consentido en enviarme unas fotos suyas desnudo, tocándose, con las que me masturbo o al menos lo intento: el plenur me deja planchado, sin libido. Ayer le envié por correo ordinario una carta de amor ardiente. Me gustaría besarlo, chupársela, que me la meta. Desde mi relación con Eduardo, seguramente quien me infectó, no había sentido nada parecido.

Plenur, epiver, retrovir, algún trankimazín, soy un zombi, una farmacia con patas, siempre estoy somnoliento, sobrevivo a base de cafés cortados, cinco o seis al día, es lo que me mantiene vivo, junto con mi poemario, las comidas con los viejos Me adoran, desde que saqué las oposiciones, cuando publiqué mi primer libro, se sienten orgullosos de mí a la vez que sufren, por mi salud, mi soledad. Siempre han aceptado mi promiscuidad de bares nocturnos y viajes sexuales, son lo único que me queda, ya pasan los dos de los setenta, tienen achaques, aunque menos que yo, la vida es una puta mierda.

Estoy muy controlado y los médicos me dicen que puedo hasta llegar a los setenta, incluso superarlos, hoy el sida es una enfermedad crónica, no necesariamente mortal a corto plazo, depende de factores coadyuvantes, de complicaciones sobreañadidas..

Compagino mis escasas lecturas entre lo estetizante y las memorias de los héroes del quinto regimiento, Líster, Modesto, Tagüeña, me recuerdan las conversaciones con mi abuelo, que estuvo en la defensa de la ciudad universitaria y luego tuvo un pequeño cargo con Negrín, director general de sanidad, unos meses. Era un médico humanista, un hombre honesto, un intelectual, un buen tipo. 

En mi poética huyo de Gil de Biedma, de los andaluces, prefiero a los olvidados del 27, Prados, Altolaguirre, inadaptados, lo dejaron todo por la creencia en un mundo mejor, tuvieron los dos mal exilio, uno un mal retorno, los dos un mal final, no merecen el manto de olvido que se ha cernido sobre ellos. Releo a Sylvia Plath y Alejandra Pizarnik, mis dos suicidas favoritas, dos almas en pena de las que me siento cercano, como de Virginia: “Si alguien pudo salvarme, fuiste tú, lo he perdido todo excepto la certeza de tu bondad.”.

Mi abuelo, defendiendo la ciudad universitaria del asalto fascista, el pobre, un médico y profesor universitario que no sabía empuñar un arma. Pero Franco estaba a las puertas de Madrid y le tocó mojarse. Negrín premió su entrega y capacidad con una dirección general; luego, el exilio, México, donde nació mamá, donde estuvieron hasta el 64 .Volvieron, él ejerció como médico de pueblo hasta su jubilación, no lo restituyeron en sus cargos, fue depurado y no pudo volver hasta esas fechas ya tardías. Fue la persona más honesta que he conocido. Me gustan las memorias de Líster; aunque discrepe de muchos de sus puntos de vista me parece que fue un buen hombre, leal, además de un buen estratega. El pobre Besteiro se equivocó entregando la extenuante República a Franco, fue una traición. Dejó a Negrín y su política de resistencia con el culo al aire. El bueno de Besteiro, un demócrata sin democracia, un socialdemócrata sin correligionarios. Recuerdo haber visto con él una suerte de obra de teatro sobre su proceso en televisión, allá por el año 87, poco antes de su muerte. He intentado localizar esa obra, escribiendo incluso a TVE, pero no se sabe nada de ella, o mejor, no se quiere saber. Hay un manto de olvido sobre esa época, un acuerdo tácito entre la derecha y esa presunta nueva izquierda para enterrar nuestro pasado, a ambos les viene bien, conectan con un electorado olvidadizo y acomodaticio. 

Estoy cansado, esta mañana apenas he podido con las clases, en el recreo he tomado tres cortados seguidos, uno tras otro: He enviado un mail a Alex, está con sus padres en Santander, ha dejado el piso, apenas puede pagarlo, no tengo demasiadas ganas de ir a verlo, no quiero empezar de nuevo, no debo, apenas me conviene.

Recuerdo yendo una vez con los viejos a una boda, escuchar a un locutor de radio tres decir “Me gustaría beberme el semen de Juan Goytisolo”. Eran otros tiempos, había más libertad, se podían hacer esas cosas sin que te echaran del curro, a nadie hoy en su sano juicio se le ocurriría una boutade semejante, por digna que fuera. Yo estaba por aquel entonces medio liado con Loli, la única mujer que de veras me ha gustado. Me enamoró por su intelecto, bueno, y por sus ojos verdes, sus tetas, sus labios, por lo buena que estaba y sigue estándolo. Adoradora de Pessoa, de Villena, Carlos Fuentes, Mallarmé. Sigue soltera, nos vemos bastante, quedamos a comer, es una hembra de una pieza.

No me va demasiado el activismo, de ningún tipo, prefiero la privacidad, es un residuo de esteticismo, qué le vamos a hacer.

Pese al plenur y el diazepán, o puede que debido a ellos, duermo mal. Estoy intranquilo, nervioso, como atontado, aunque no pienso pedir ningún tipo de baja, menos aún una invalidez. Anda que intentar enseñar latín y cultura clásica a unos adolescentes desnortados que no tienen más horizontes que jugar con absurdas maquinitas, con IPhone 6, enviarse mensajitos telegráficos todo el día, quedar para salir en las redes sociales, colgar luego las fotos de una borrachera o un beso o incluso un polvo. Pero de vez en cuando me tropiezo con alguna rara avis interesada en leer libros, y además en papel, y me pide consejos. Sólo por eso, y por no pasarme el día en casa encerrado esperando la próxima visita el hospital para ver mi tasa de linfocitos T4 o mis crisis de ansiedad, pues no sé.

Tenemos que estar agradecidos por cada nuevo amanecer, por cada nuevo día. Descanso lo suficiente, los fines de semana me levanto muy tarde, me preparo un café americano y escucho las cantatas de Bach. Eso es un milagro, café y Bach, un paseo, comer con los viejos, ver a Loli o a cualquiera de la pandilla.

Hace ya cinco años que sufrí mi brote psicótico y, aunque me encuentro bien, a veces me cuesta concentrarme, he perdido vigor sexual. Me ha llamado Loli esta mañana, me ha alegrado muchísimo. ¿Un poco de heterodoxia, follármela, como en los viejos tiempos? La deseo, siempre la he deseado, es mi mejor amiga, cinco años de facultad, de lecturas, borracheras, cine-fórum. A veces me masturbo pensando en ella, habríamos hecho buena pareja, sé que se acuesta con mujeres. Tengo que aguantar, alimentarme mejor, hacer ejercicio. Luego iré a la biblioteca a ver novedades, escucharé algo de Mozart, Messiaen. No voy a escribir a Alex. Estoy cada vez más cernudiano: “Mejor la destrucción, el fuego”.


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