Cernudiana







Cernudiana.





            En el aprendizaje adolescente de mi escritura estuvo muy presente Cernuda. Recuerdo las tardes de verano en las que leía con mamá en voz alta “A un poeta muerto”, de las elegías dedicadas a Federico quizá la que encierra mayor perfección formal, sin desdeñar el sentimiento de pérdida de quien fue más que un amigo.

            El hiato que se abre entre la realidad y el deseo es la clave de la obra del poeta sevillano: el deseo sería el afán de amar y ser feliz y la realidad su triste vida de soledad y exilio:

“Así como en la roca nunca vemos/la clara flor abrirse/Entre un pueblo hosco y duro/No brilla hermosamente/El fresco y alto hornato de la vida”.

Luis Cernuda comienza a escribir Las nubes en su exilio británico, humeantes las balas de una guerra que lo partió en dos, como a todo este sufrido pueblo. Mientras tú pasas frío y quizá hambre en Teruel, un amargo poeta andaluz recibe la noticia de la muerte de un niño vasco enviado por el gobierno Negrín a Inglaterra. Le dedicará uno de sus más hermosos y sentidos poemas, Niño muerto, escrito en Londres en Mayo de 1938 con el primer título de “Elegía a un muchacho vasco muerto en Inglaterra”: El propio pueblo británico no tardará mucho en verse envuelto en otra guerra aún más terrible que la nuestra en la que será devastada entera y que no perdió porque quizá Dios es misericordioso. A Cernuda le afectó mucho la muerte de aquel niño. Recuerdo un bello texto que escribió hace ya tiempo un amigo sobre este poema, y os diría aquello de “Recuérdalo tú y recuérdalo a ellos”.




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