El expediente de mi madre...
András
Forgách.
El
expediente de mi madre.
Anagrama,
2019.
La autoficción está de moda, qué la
vamos a hacer. Pero si no escribimos sobre nuestro pasado, nuestros traumas,
nuestra familia, ¿sobre qué lo vamos a hacer, sobre la posverdad, las fake news?
No, gracias. Forgách es un escritor y video artista húngaro que formó parte de
la vanguardia de su país en los setenta y ochenta, años de plomo y a la vez de
apertura, parece raro, ¿verdad?. Recuerdo haber visto durante mi adolescencia
una tarde de verano en un telediario una noticia sobre la bolsa de Budapest
cuando Hungría todavía era comunista, lo cual llamó mi atención aunque no lo
entendí, y sigo sin entenderlo pues esas empresas podían ser estatales o mixtas
o paraestatales o incluso privadas, no sé.
El autor se enteró hace unos años de
que sus padres, judíos que pasaron los años de la guerra en Palestina, por lo
que él llegó a nacer, espiaron para el régimen comunista. Y eso le llama la atención
y le parece censurable, al igual que ahora abomina del régimen de su país, al
que califica de dictadura pura y dura, y estoy/estamos, creo, de acuerdo. Toma
la pluma para reconstruir, con trazos irregulares, la vida de sus padres,
deteniéndose sobre todo en la figura de su madre. Bruria, una enfermera y
fanática comunista y antisionista que hizo chapuzas durante el régimen de Kadar
para sacarse un sobresueldo, pues eran familia numerosa. Pero el autor no profundiza en exceso, dejando la parte que
debería ser investigación periodística a la inserción a pie de página de
documentos de los servicios secretos que parece ser incriminan a su madre, y digo parece pues confieso que no los
he leído, me parecía fatigoso.
El propósito del libro puede parecer
interesante, pero pese a sus buenas intenciones se queda en la superficie, se
presenta deslavazado, poco clarificador. Hace cuentas con su pasado, narra
episodios de su infancia y juventud en Budapest, deteniéndose en los problemas mentales de su
padre y las peripecias con los servicios secretos de su madre, las visitas a
una pastelería de lujo, el vecindario de su modesto piso, pero debería haber
ahondado en la personalidad, sin duda interesante y contradictoria de Bruria,
llamado en los informes señora Papái. De todos modos es un buen testimonio y un
libro que se lee con agrado, incluso con una mueca de complicidad.
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