Luis Antonio de Villena y un reloj ruso
Luis
Antonio de Villena y un reloj ruso.
Las chicas de La Unión leen a Luis
Antonio de Villena en Visor. Sublime Solarium, Hymnica, Huir del invierno. A ti
te parece un marica decadente. Ahora que eres un viejo te gusta aunque lo sigas
encontrando igual de decadente, ya no marica, pues los gais se merecen tu
respeto, un respeto que quieres creer siempre les has guardado:
“Oh, tierra, delicadeza, labios de
sueño y láudano. Escúchanos porque somos la muerte y la vida, la vida y los
vidrios, la voz del hombre, las grimpolas de la muerte…..
Las vírgenes de Safo recordarán tu
nombre, tu pobre y gran tristeza, ese cuerpo de corza fustigada que una noche
de estío entre magnolios………”
Las chicas de La Unión te contagian
de su modernidad, a Villena, Pessoa, Kavafis, el new british free cinema. Andas
colado por una de ellas, que te dejará una marca indeleble y la incapacidad
permanente para volver a querer de esa manera.
Paseas por las calles con el abrigo
manchado de vino y ceniza de ducados, vas a bares de asunto para quitarte la
pátina de provinciano, lees a Byron y a Keats en inglés. Todo el mundo lee a
Cernuda y hay amor en el aire y macetas en todos los balcones. La gente se
manifiesta contra el ingreso en la OTAN, Mario Onaindía se presenta a las
europeas y le votas, ilusionado. Mamá trae un reloj de Moscú, con cadena,
plateado, los números en rojo y caracteres cirílicos. Lo tendrá a su lado hasta
la hora de su muerte, dándole cuerda como hacía con su reloj de cuco en aquel
cuarto de estar lleno de piezas de cerámica donde pasabas las tardes de tu
niñez. El reloj lo llevaste a un relojero a reparar y el relojero se jubiló
antes de que fueras a recogerlo. ¿Dónde andará?. Era el tío de un buen amigo
tuyo y habrá muerto hace un siglo, ese reloj comprado en el Moscú de Gorby.
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