Unamuno
Unamuno.
San
Manuel Bueno, mártir.
Recuerdo lo mucho que me impresionó
esta breve novela de don Miguel cuando la leí, con doce o trece años en el
colegio. Fue en los píos Hermanos Maristas, allá por el 80 u 81 del pasado siglo. Pese a que nunca he
sido una persona religiosa supongo que el ambiente cuartelario de aquel
colegio, donde la fe te la metían machaconamente y por un embudo, debió de
influir en mí al leerla, además siendo
tan joven.
Releyéndola hoy no me impresiona
tanto, pues sabida es la distancia que la edad otorga a todas las contingencias
humanas, pero la peripecia vital de ese sacerdote que pierde la fe y se
angustia, reflejo de la religiosidad agónica de Unamuno no deja de ser una
lectura refrescante. Hoy, muy al contrario que en mi niñez, los niños no leen a
Unamuno, bueno, ni a él ni a nadie, pero esa es otra cuestión.
Por otro lado, este ya es un país
totalmente secularizado, descristianizado, al menos en su mayor parte, muy
alejado del cuartel postfranquista en el que me eduqué. Don Manuel es un sacerdote muy bueno y rígido que ejerce
una gran influencia en el pequeño pueblo donde tiene su parroquia. Una familia
compuesta por un hacendado indiano y su pequeña hermana son sus mejores amigos.
El indiano, que ha vuelto de las Américas imbuido de ideas liberales es un
descreído, pero el trato diario con su amigo lo va acercando a Dios. La pérdida
de la fe de don Manuel es una tragedia para esos dos hermanos, que tanto lo
quieren y confían en él. Los dos amigos van a morir con poco tiempo de
diferencia y los dos sin fe. Va a ser la hermana, ella sí muy devota, la
encargada de contarnos esta historia, temerosa de que caiga en manos del
obispo.
La concepción agónica que Unamuno
tenía de la religión se ve en toda su poesía, así como en los capitales ensayos
la agonía del cristianismo y del sentimiento trágico de la vida. Toda su obra
está muy influenciada por la lectura de Kierkeegard, filósofo danés también
leído por Dreyer, director al que osadamente calificaría de Unamuniano. Leer a
Unamuno es una tarea muy gratificante en estos tiempos de prisas
tecnologizantes.
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