Dubliners IV...el finalista del premio planeta de Manuel Vilas...me ha encantado...





Aquí en Cartagena como es sabido el golpe fracasó, es más, esta ciudad fue literalmente la última en rendirse a los nacionales, y por culpa del golpe de Casado, de lo contrario hubiese resistido a lo menos unas semanas más, no sé si hasta que comenzase la guerra mundial en septiembre. A mi abuelo Bernardo el golpe le pilló trabajando. Supongo que fue movilizado y estuvo haciendo instrucción, no sé cuánto tiempo. Luego ingresó con su amigo Andrés Conesa en la Academia de Artillería de Lorca, aunque tampoco puedo precisar la fecha de ingreso. Pero puedo calcular que fue allá por comienzos del verano del 37 pues entre los documentos que he podido conseguir en el Archivo de la Memoria Histórica me aparece un acta de exámenes de la primera sección de la I Batería, correspondiente a la asignatura de gases del curso preparatorio, donde le dan una buena nota, un siete y pico, entre los diez primeros y la fecha del documento e  quince de agosto del 37. Por otro lado, en otro documento me aparece destinado a la RGA, siglas que responden a Reserva General de Artillería, el 6 de diciembre del 37. Como he podido averiguar que el curso en la escuela popular de guerra de Lorca era de cuatro meses, calculo que debió entrar a principios de verano del 37. También sé que el director de dicha escuela de artillería era entonces el teniente coronel Luis Salinas, un tipo del que dicen que era bastante inestable pero intocable pues había participado en la sublevación de Jaca y se libró de un seguro fusilamiento por las gestiones de su  padre, a la sazón también oficial del ejército. Resulta, ironías del destino, que en dicha academia de Lorca un hijo de Unamuno, José Unamuno Lizarraos, estuvo dando clases casi desde el principio de la guerra, por lo que le debió dar clases a mi abuelo, aunque nunca me lo comentó. Lo que sí nos dijo varias veces es que conoció antes de la guerra a Miguel Hernández en la Lonja, adonde venía a vender patatas. Pobre Miguel¡.

Obra también en mi poder fotocopia del Diario Oficial del Ministerio de Defensa Nacional con fecha de 4 de Enero de 1938, en Barcelona, en el que se resuelve promover al empleo de tenientes en campaña del Arma de Artillería, entre otros, a Bernardo Campillo Castillo, que aparece a disposición de la Inspección General del Arma. Teniendo en cuenta que la batalla de Teruel comenzó el doce de diciembre del 37 y acabó el 22 de Febrero del 38, cuando volvió a caer en manos franquistas tras el breve paréntesis del dominio republicano después del triunfo de Enero del 38, uno de los muy escasos triunfos del ejército popular, me sale que Bernardo estuvo desde principios de Enero del 38  hasta finales de Febrero del mismo año en Teruel, con el grado de teniente y supongo que mandando una batería de artillería. Supongo el frío que debió pasar, las muchas zozobras que lo alcanzaron aquel terrible invierno del 38 en una provincia del noreste de España donde se luchó a cara de perro y donde él vivió su particular infierno, ese infierno que le marcó y del que tanto hablaba.  Allí fue sin duda donde coincidió con Líster, que tuvo un papel esencial en la toma de Teruel por el bando legítimo. Poco después el ejército republicano se partió en dos, y supongo que él fue a parar a la zona Sur, que estaba al mando de Miaja. .Puede que volviera a Cartagena, donde estaría hasta el final, o que fuese destinado dios sabe dónde. El caso es que comandó a unos hombres y le estalló cerca una granada que le dejó parcialmente sordo, y esa fue en suma su experiencia en una cruel guerra que le dejó marcado de por vida.

Ignoro dónde le sorprendió el golpe de Casado, que fue especialmente virulento en Cartagena, la principal zona de combates junto con Madrid. El caso es que él tenía buena opinión de Besteiro, y allá por el año 86 vimos en la televisión una obra de teatro sobre su proceso que me encantó y que he intentado localizar después sin éxito. Una vez de vuelta en Cartagena después de acabado todo, cautivo y desarmado el ejército rojo, se intentó incorporar a la vida civil, pero un compañero de colegio lo denunció, lo denunció por rojo, algo que era muy frecuente entonces y que no era ninguna broma. Fue inmediatamente a parar al castillo de galeras, donde estuvo más o menos preso durante un año. Ignoro si hubo proceso, si hubo expediente de depuración, no encuentro nada. En ese presidio se acumulaban los presos, y por las noches, cómo no, les daban el paseíllo a los que correspondiesen, aunque de eso nunca hablaba. Sí nos contaba que durante todo ese tiempo no comió otra cosa que lentejas con cucos, se juró no volver a probar las lentejas en su vida y a fe mía que lo cumplió a rajatabla.

Por lo tanto, es seguro que Bernardo pasó las Navidades del 38 en el frente, con lo que a él le gustaban las Navidades en familia, con sus padres y hermanos, primero, luego de viejo ya con todos nosotros, hijos y nietos, cuando se tomaba su pata de cabrito con su vaso de vino tinto, y luego en  nochevieja las uvas con sidra el gaitero. Pero en aquel año 38 estaba pendiente en plenas navidades de que los cañones funcionaran correctamente, que dispararan, esa fue su celebración Varias veces nos dijo que nunca pudo saber si esas balas que disparaban los cañones, sus cañones, mataron a alguien, pues en el mano a mano no mató a nadie, nunca entró en el combate cuerpo a cuerpo.

Ahora que quedan justo 27 días para la nochebuena me empiezo a poner triste, pues echo de menos las nochebuenas en las que estábamos todos. Ahora estamos sólo los seis que quedamos vivos y los postizos, que esos vienen y van. Y lloro siempre en un cuarto al final de la cena pensando en el año en el que ya no estemos los seis, que empiecen a faltar  papá o mamá o los dos. Esas nochebuenas sin ellos ignoro con quién las pasaré, no sé si seguirá la unión con mis hermanos, y no tengo pareja, y las personas que más quiero en esta vida son mis padres, como antes lo fueron mis abuelos, y ahora que no están mis abuelos los echo mucho de menos, y cuando no estén mis padres, a no ser que muera yo antes que ellos, no tendré ninguna gana de celebración y esté con quien esté tomaré cualquier cosa, escucharé un rato la radio y me iré temprano a la cama. Qué difícil es todo, cómo jode y pica y duele perder a la gente que quieres, es realmente el mal trago de la vida, junto con las propias enfermedades. El resto de cosas tienen otro pase, las solemos o al menos las debiéramos relativizar más. El cariño es lo más importante de la vida, y dentro del cariño el más importante es el de la familia, eso lo comprendí de muy niño, y sé que quizá sea un pensamiento conservador en alguien como yo, un izquierdista, un liberal, un descreído, pero eso siento y en el mismo momento que escribo esto pienso en mis padres, ya mayores y maltratados por la vida, como todo el mundo, como yo mismo, y me estoy poniendo triste, por lo que voy a dejar de escribir y tratar dormir, que ya es tarde.

Es ahora cuando empiezo a añorar aquellas Navidades en Linares, que parecían eternas, que eran en blanco y negro, con las exquisiteces que hacía mi abuela en aquella cocina tan fría y desangelada, y comíamos en aquel cuarto de estar tan pequeñito, con aquel brasero que nos calentaba las piernas. Y después veíamos el mensaje del jefe del estado en la tele, primero Franco, luego Juan Carlos. Franco me parecía un tipo triste por lo poco que lo recuerdo, sin duda siempre fue un hombre muy triste y muy cruel y muy acomplejado, nunca le pegó a un país como este, con gente tan alegre y sociable y dicharachera. No nos lo merecíamos, no. Juan Carlos era algo más simpático, aunque ahora, como le pasó a su abuelo, no es muy querido por la gente, que no guardará ya nunca una buena imagen de él, lo que sin ser yo monárquico para nada ni tenerle excesiva simpatía tampoco me parece tan justo. Mi abuelo no creo que fuese nunca un héroe de guerra, ni nunca lo pretendió ni a mí me lo parece ni me lo pareció nunca, simplemente le tocó estar ahí en esa época tan difícil y estuvo. Y los que tenemos ahora cincuenta y pocos años o menos nos beneficiamos de todo lo que esa generación hizo para que nosotros tuviéramos la vida que tenemos, y eso deberíamos tenerlo todos presente.

En aquella Navidades de fines de los setenta aprovechábamos el estar en Linares para acercarnos a la sierra de Cazorla a jugar con la nieve. Éramos un poco como el coronel Aureliano Buendía en aquella remota tarde en que su padre lo llevó a conocer la nieve. Nos abrigábamos hasta el cuello con anoraks, bufandas, guantes y botas de goma y jugábamos y lo pasábamos divinamente. Mi tío Bernardo nos filmaba en aquellas películas de súper 8 que debe tener por alguna parte, es más, creo haber visto alguna ya de adulto. Yo debía tener diez, doce años, mis primos dos o tres, eran unos bebés. Se acerca como decimos la Navidad pero hoy ha hecho un día primaveral y he aprovechado para ir a la piscina, luego tenía clase de francés. Ha sido un día glorioso, he visto a mis padres, a mis tres hermanos, hemos estado los seis, los que quedamos vivos. Hace poco más de treinta años cuando se acercaban estas fechas de fiesta salíamos toda la pandilla de amigos a comer calamares en su tinta en ese bar que había en la calle perpendicular a la calle mayor, donde nos gustaba tanto cenar en aquellos lejanos días. De toda la pandilla los únicos que conservamos a nuestros padres vivos somos Miguel y yo. Con Miguel he perdido el contacto, jamás nos llamamos ni quedamos para tomar nada, aunque hace poco me lo encontré y estuvimos charlando y a los dos nos alegró. Es simplemente la vida, pasa el tiempo y dejas de ver a mucha de la gente que te importó, se trata, como diría Gil de Biedma, de artes de ser maduro.















           





















           




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