El nazi perfecto
Martin Davidson.
El nazi perfecto.
Anagrama, 2012.
Martin
Davidson hace un ejercicio de exorcismo personal a la hora de bucear en la
peripecia de su abuelo materno, Bruno, un dentista alemán que perteneció desde
primera hora al NSDP, a las SA y más tarde a la SS. Uno, que está escribiendo
también sobre su abuelo materno, que luchó quizá a su pesar en la guerra civil,
en el bando republicano, eso no a su pesar, agradece este testimonio sincero,
valiente y alejado del tremendismo y el sensacionalismo barato.
Bruno, el abuelo del autor, nació en
Berlín en 1907, por lo que su vida estaba predestinada desde el principio a
sufrir los rigores, de una u otra manera, de los peores hechos de la Historia.
Derechista y anhelante de un gran Imperio alemán, se afilió al partido nazi a las primeras de
cambio y eso, junto con sus estudios de dentista, le sirvió para escalar puestos, llegando a ser
presidente de la asociación de dentistas de Berlín así como un destacado miembro
de las SA de Röhm, como sabemos destacadas fuerzas de choque y represión desde
los comienzos del movimiento ultraderechista alemán.
Davidson (británico, su madre fue
muy joven a Escocia huyendo de su tiránico padre y conoció al padre de Martin),
es muy duro con su abuelo, que murió
cuando él ya tenía bien cumplidos los treinta y realizaba documentales sobre la Alemania nazi para la
BBC. Bruno murió unos días después de la caída de la URSS de un cáncer, poco
después de que su nieto lo visitase por última vez. Davidson narra su vida tras
la guerra, cuando supo aprovecharse de las ventajas de la democracia y el
milagro económico alemán, progresando en su trabajo de dentista hasta su
jubilación, pese a que se empeñó en vivir, con su nueva compañera tras el
divorcio de su abuela, en un modesto piso de una barriada multicultural, con su
colección de sellos y relojes, su cognac y sus cigarrillos.
Pero la vida de Bruno, su mujer y
sus tres hijas pequeñas no fue nada sencilla tras la derrota del Tercer Reich.
Él fue a parar a prisión unos meses, y ellas a un campo de trabajo, donde en
condiciones durísimas conservaron la vida de milagro. Una vez reunidos los tres
en casa de la madre de Bruno, éste cambia su identidad ante el miedo a los
procesos de desnazificación de los aliados y todos se refugian con esa
identidad cambiada en un pequeño pueblo hasta el año1951, cuando el avance de
la guerra fría y el temor a los soviéticos lleva a los aliados a bajar de
intensidad el castigo para los nazis prominentes.
Al final de su apasionante obra
nuestro autor quiere llegar a la conclusión de que su abuelo no fue exactamente
un alto mando ni un criminal de guerra, sino tan sólo un obediente cargo
pequeño, oportunista y seguramente mal tipo, con el que durante todo el libro
es duro pero sin llegar, como decimos, a plantear un lacrimógeno ajuste de
cuentas. Esta obra puede interesar a toda persona que no quiera olvidar que
también en España tenemos un pasado muy disruptivo, que al contrario que
Alemania, no hemos terminado de enterrar.
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