Más dublineses...¿alguien ha leído el finalista planeta de Manuel Vilas?¿Qué tal es?
Este verano he visto la forja de un
rebelde a la vez que he leído el tercer tomo de las memorias de Barea. La
serie, que me ha sorprendido gratamente, tuvo un enorme presupuesto, la
ambientación es buena, y el protagonista, Antonio Valero, borda el papel. Lo
mejor, tanto en la serie como en el libro, me ha parecido toda la parte
dedicada a la guerra civil. Lo que echaba en cara, creo, Mario Camus a Barea
era cierto machismo a la hora de tratar a las mujeres, excepto en el caso de
Ilsa, su última compañera, una periodista austriaca de izquierdas y liberada
que estuvo con él durante su exilio y hasta su muerte. Lo que muestra la serie
es lo dura que fue la vida de nuestros abuelos y bisabuelos, que se vieron
envueltos en guerras, la de Marruecos y la civil, dos auténticas carnicerías. Supongo
que mi abuelo fue a Madrid durante la guerra, puede que se reuniera con Miaja,
y por qué no, que coincidiera con Barea, que estaba al cargo de la censura en
el Madrid asediado. Realmente fue heroico el pueblo de Madrid durante el asedio
de los nacionales. No cayó en sus manos porque no era su hora. Los combates en
la ciudad universitaria fueron a cara de perro, esa ciudad universitaria que
había diseñado el profesor Negrín, ese hombre duro que planteó la resistencia a
ultranza y que a punto estuvo de conseguir sus propósitos, si no ganar, al
menos aguantar hasta que se declarara la guerra en Europa. Qué mal juzgado ha
sido Negrín, sobre todo por la herencia del franquismo, aunque también por
buena parte de la izquierda, de su propio partido.
España
no es una anomalía histórica como gustan de decir tantos historiadores que se
quieren hacer los originales. Tuvo una época de esplendor imperial, como
Inglaterra o Francia, por ejemplo, luego vino la decadencia, los horrores del
siglo XX, a los que no escapó nadie, y desde hace ya unos años la normalidad
democrática, con progreso y Estado del bienestar, libertades, justicia social,
o sea, lo normal, es más, incluso con más libertades y democracia que muchos de
los países que nos rodean. Los años treinta fueron un horror en una Europa
castigadísima por la crisis del 29, lo que hizo surgir los fascismos,
enfrentadas además las democracias que quedaban también al miedo al
bolchevismo. Tras la renuncia aquí del dictador Primo de Rivera, se empezó a
fraguar entre élites políticas e intelectuales el llamado Pacto de San
Sebastián, para traer una República. Formaron parte de él gentes como Maura,
Alcalá Zamora, Unamuno, Ortega, Azaña o Prieto, o sea, el margen entre el
centro derecha y el centro izquierda. Se convocaron elecciones municipales el
12 de Abril del 31, y en casi todas las provincias ganaron las candidaturas
republicanas. El rey Alfonso XIII, que tantos errores había cometido y que, en
general, era muy poco querido por el pueblo, abdicó, y el14 de Abril se
proclamó la II República española, en principio un proyecto modernizador y
regeneracionista que en sus primeros dos años consiguió muchos avances, pero
que no fue nada favorecida conforme pasaba el tiempo por los vientos extremos
que recorrían Europa y que acabó en el golpe de Mola, Franco y Sanjurjo,
felones y traidores que nunca aceptaron que nuestro país se encaminara por la
senda de la modernización. Franco fue elegido generalísimo, como se dijo,
“mientras dure la guerra”, y se quedó como sabemos hasta el día de su muerte.
En
el colegio de los Hermanos Maristas, del que no guardo precisamente grato recuerdo, recibí la
correspondiente educación nacional católica, pues estuve allí desde 1973 hasta
1984, lo que a cualquier persona que tenga al menos mi edad y conocimientos históricos
debe sonar a puro adoctrinamiento franquista de principio a fin, y digo de
principio a fin y lo voy a detallar. Recuerdo en los primeros años de la EGB,
no recuerdo si antes o después de la muerte de Franco, la exaltación del
episodio de Moscardó y el Alcázar, sí, toda esa parafernalia fascista, la
charla con su hijo, el martirologio de los héroes que dieron su vida por España
contra las hordas rojas, etc etc…Pero es que ya entrado 1984, en clase de
historia de España, con don Ramón, al explicar el pobre la guerra civil con sus
conocimientos, que eran muchos y variados y su loable intento de veracidad,
fueron muchos mis compañeros fascistas que se levantaron dando vivas a España y levantando el brazo, sí, como lo
cuento. El pobre Ramón, como represalia, fue expulsado de su puesto de trabajo
por una dirección del centro a la que recuerdo como una de las cosas más
funestas con las que me he encontrado en la vida.
Otro
libro de la colección Bruguera de tapas cartoné color verde, como Teresa, era
Laura, de Pío Baroja. Lo leí con catorce años y fue de esas lecturas que dejan
un sabor de boca dulzón que dura toda la vida. La primera adolescencia es la
época de las lecturas más provechosas, es cuando uno se está abriendo a la
vida, va creciendo, en el colegio empiezan los estudios en serio, das tu primer
beso, te fumas tu primer cigarrillo, haces todo lo que está en tu mano para
imitar a los mayores, con los que entras normalmente en una relación de
amor-odio. Y en esa época me enfrenté a esa novela de Baroja, de la que
recuerdo a una chica que estudiaba medicina y cuya vida se vio truncada por el
estallido de le guerra civil y que, si no recuerdo mal, se va al exilio con sus
padres y no recuerdo más, pero sí que recuerdo que me encantó y que seguí con
mucho interés las peripecias de esa chica en la España de los años treinta. Y
es que la guerra civil me empezó a interesar de muy joven, por aquella época,
que fue cuando empecé a leer literatura para adultos, Lorca, Machado, Unamuno,
Baroja, normalmente a la generación del 98 y la del 27, era lo que más a mano
tenía, mucho más que los clásicos del siglo de oro o los románticos, a los que
es ahora cuando leo, no, en aquella época leía obsesivamente el romancero
gitano, el poema del cante hondo, campos de Castilla. Recuerdo cuando llegué al
mítico Isaac Peral para hacer el COU y María Luisa nos pasó los sonetos del
amor oscuro que acababa de publicar Ansón en el cultural del ABC. Estaban
prohibidos, era un libro maldito, difícil de encontrar incluso en ediciones de
México o Argentina, si es que se publicó en esas editoriales del exilio, lo
desconozco. Pero recuerdo, volviendo al tema que me ocupaba, lo mucho que
disfruté de esa Laura de Pío Baroja en ese libro de tapas verdes de la
editorial Bruguera que me apetece tener y que voy a buscar por Internet o en la
feria del libro usado, que sigue poniéndose allá por primavera.
Un
recuerdo nítido que tengo de mi abuelo es su exacerbado anticlericalismo, no
podía literalmente soportar a los curas y echaba pestes de ellos. Nunca le
pregunté el motivo de tal fobia, aunque supongo que venía de sus experiencias
durante la República. En una zona como esta de la Región de Murcia el peso del
clero era asfixiante y él, sin duda, debió tener malas experiencias con la
Iglesia como para abominar de ella de esa manera. Como ya va dicho era ateo,
según respondió a papá no podía creer en nada tras haber visto tanto cadáver
amontonado. Compartía esa fobia con Azaña, del que leí varias cosas suyas de
adolescente, entre ellas el jardín de los frailes, testimonio de su propia
experiencia escurialense. Creo que Bernardo no fue a un colegio religioso, pero
en aquella época (y también en la mía) eso daba igual pues la escuela pública
estaba igualmente en manos de la Iglesia.
Volviendo
a mi gusto por la lectura, guardo muchos de los libros de la colección austral
de mi abuelo, tenía muchos, los heredé tras su muerte, muchos me los regaló en
vida. Generalmente es el 98, mucho Baroja, Unamuno, Azorín, Valle, Ortega, y
algunos posteriores como Gómez de la Serna. Normalmente vienen con su firma,
BCampillo, en Linares, casi siempre los sesenta. Esa colección me acompaña
desde mi primera adolescencia y con ella he disfrutado de muy gratos momentos
de lectura.
La segunda República española, otra
contribución nuestra a la mitología del siglo XX junto a la guerra civil es un
asunto muy complejo de analizar. Nació con muchas esperanzas por parte de
grandes sectores de la población, incluso algunos adscritos al conservadurismo
republicano, y como decimos, sus dos primeros años, el bienio reformista,
trajeron muchos adelantos en materias como la escolarización y alfabetización,
sanidad, reforma agraria, derechos de la mujer, cultura, etc. Pero el país
estaba muy polarizado, como en general el mundo entero debido a la catástrofe
del crash de Wall Street en el 29. España además arrastraba un retraso secular,
era un país eminentemente agrario y atrasado, con una pobreza y un
analfabetismo muy extendidos, lo que dio mucha fuerza al movimiento anarquista.
En esa tesitura, a partir del triunfo de las llamadas derechas a fines del año
33 todo comenzó a torcerse. El PSOE cometió el gran error de organizar la
revolución de Asturias, y además entró en juego la Falange de José Antonio, con
las sabidas algaradas callejeras entre la izquierda y la derecha, lo que traía
muertos casi a diario. Así, cuando ganó el frente popular en febrero del 36 el
país ya estaba condenado, Mola, Franco, Cabanellas y todos los demás estaban
conspirando hacía tiempo, y el día 17 de Julio hubo un alzamiento en Marruecos
que al día siguiente se extendería a la península y daría origen a nuestra
internacionalmente famosa guerra civil.
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