Ana Frank
Vigencia
de la Shoah.
Ana Frank murió de tifus
pocos días antes de la liberación del campo en el que
estaba recluida. Su padre
sobrevivió. Todo lo que sucedió en Europa durante
aquellos
años no lo podemos comprender. Cayó el estado de derecho y se alzó el telón de
la barbarie. Nazis y soviéticos jugando a ver quién mataba más y mejor. Hitler
y Stalin fueron amigos y aliados durante dos años, del 39 al 41. Mientras uno
encargaba a Himmler y Heydrich la solución final, el otro llevaba a cabo unas
purgas (casi) sin precedentes, descabalgaba su propio ejército. Fue la época de
la sinrazón. Lo sabemos pero no lo podemos comprender. Tenemos muchos
testimonios: Walter Benjamin, Jorge Semprún, Paul Celan, Ligeti…Si algún lugar
del mundo ha sido la cuna de la razón y el humanismo es Europa. Hoy, en medio
de una devastadora crisis económica, expresión de la pura dominación, se azuza
el odio al diferente en diversos movimientos que crecen y engordan. Las
personas medianamente ilustradas tampoco podemos entender este nuevo
deslizamiento hacia la barbarie. La shoah, el estalinismo, dejaron un vacío que
está ahí, que nos da vértigo, una zanja que se ha rellenado con una argamasa
que se nos revela frágil. Ahora se destapa, hay socavones y repunta el
deslizamiento hacia la nada.
Hordas de extremistas alientan el
odio, el desprecio al consenso, a la convivencia .El virus de la violencia y la
intolerancia están presentes en el ser humano. El confort de los últimos
sesenta años ha creado un clima de entendimiento que ahora parece romperse.
Reviven los fantasmas de la xenofobia, se pone en duda la legitimidad
democrática. La cohesión de la sociedad es lábil, la condición humana, se ha
demostrado a lo largo de la historia, es terrible, sus designios son
caprichosos. El hombre parece no tener historia, al menos no aprende de su
pasado. En este país no hay memoria colectiva: no se ha hecho catarsis del
fascismo. La derecha política, la Iglesia, no han evolucionado casi nada, viven
en buena medida aferrados a la nostalgia del nacional-catolicismo. No se puede
construir nada desde el olvido, y Europa ha comenzado a olvidar el horror de la
shoah, los crímenes del comunismo. Los muertos merecen un respeto. Todos los
tenemos, se nos aparecen en sueños, son (o debieran ser) referentes y les
debemos respeto y lealtad. Tuvieron una vida mucho más difícil que la nuestra.
Tenemos que desear lo que tenemos, no lo imposible, acostumbrarnos a vivir
modestamente, disfrutar del prójimo, de nuestra condición de mortales Si
retorna la sinrazón, la ideología del miedo, Ana Frank y otros tantos habrán
muerto en vano.
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