Miscelánea
Los años 30. Los aliados sabían lo que
se proponía Hitler, pero no se atrevieron a atacarle hasta que fue demasiado
tarde. Pensaban que la cosa iba con el otro monstruo, Stalin. Pero se
equivocaron. Creo que al principio se admiraban. Pactaron, se repartieron
Polonia. Los dos planeaban dominar el orbe. Sólo Churchill supo atisbar un
peligro enorme en ambos dictadores para el futuro de la civilización
occidental, esa sociedad judeocristiana que desde la posguerra y hasta hace
siete años nos ha proporcionado altas cotas de libertad y bienestar. Ahora
vuelve a estar todo embrollado y los totalitarismos vuelven a llamar a nuestra
puerta: vuelve a estar amenazada nuestra libertad, incluso nuestra
supervivencia como hijos de Europa.
La
socialdemocracia, entregada al capital, no convence al personal: la gente
quiere soluciones extremas: Grecia, España, Hungría, Polonia, hace tiempo que
son dictaduras más o menos disfrazadas de otra cosa y amenaza todo con
empeorar. Hay que leer, ver el cine de la UFA. Pasolini, un poeta, supo mostrar
como pocos las contradicciones de la sociedad capitalista. Era un dogmático,
terminó siendo víctima de esos mismos comunistas a los que casi siempre apoyó.
Retomando
las dos biografías que tengo de Semprún descubro que pudo ser un traidor, un
delator de sus propios amigos, como la Duras. Fue un estalinista durante muchos
años, la mano derecha de Carrillo. Se jugó el tipo en el interior y eso quizá
lo disculpe o al menos lo absuelva para el juicio muchas veces implacable de la
Historia. Los partidos comunistas, aun en países más o menos libres se las
gastaban duro. Conocí algo en mi ya lejana adolescencia. Al ser humano le
fascina pertenecer a una parroquia, a un partido, defender un credo que le
coarta la libertad, lo aprisiona. Hay de nuevo paro masivo y pobreza y florecen
las ideas radicales, las soluciones fáciles a problemas muy complejos. Y no
contamos con una clase política e intelectual que dé la voz de alarma. La gente
se refugia en las nuevas tecnologías, en vez de hablar con el camarero del bar
de la esquina lo hace con amigos virtuales, una patraña.
Pasolini,
el poeta del marxismo, se tropezó con la democracia cristiana, el Vaticano, el
PCI. Pero, ¿qué ocurrió en Hollywood?. La izquierda centroeuropea recaló allí
huyendo de los nazis y se tropezó con el siniestro senador Mac Carthy. Fritz
Lang, Welles, Huston, Chaplin, etc,etc. Muchos tuvieron que dejar de hacer
cine, otros se exiliaron y algunos incluso fueron a la cárcel: la guerra fría,
Hollywood devoró a sus mejores talentos y nunca se recuperó, el cine que se
hace allí desde entonces es mediocre, destila una moralina infecta y, con
excepciones, es basura.
Es
muy jodido ser libre. El protagonista de “pozos de ambición” (There will be
blood), comienza siendo una suerte de outsider, pero el dinero lo convierte en
alguien sin ningún escrúpulo, en un asesino que reniega incluso de su hijo. El
capitalismo puede acabar con el ser humano, algo que no consiguieron ni los
nazis, aunque poco les faltó. La historia es circular, volvemos a los años 30.
Hay miedo. El futuro es muy incierto, Occidente ha muerto.
A Ingrid Bergman la crucificaron por
irse a vivir a Italia con Rosselini, un marxista que además estaba casado. La
Bergman fue siempre libre: guapa como ella sola y una de las grandes actrices
de la historia. ¿Y Shostakovich?. Sufrió persecución durante casi toda su vida,
fue una víctima, puede que incluso un disidente, aunque siempre tuvo fe en ese
horrible sistema.
¿Es
obligatorio tomar partido? ¿Sirve de algo escribir, crear, el arte, la
cultura?. A menudo creo que pierdo el tiempo escribiendo, que a nadie le
interesa, que soy un indolente. Pero es mi forma de enfrentarme a la vida, de
estar en este ingrato mundo.
Marx
era un poeta: no tiene ninguna culpa de las atrocidades que se han cometido en
su nombre, eso es más bien condición humana. Muchos dictadores sangrientos que
necesitaban una justificación se aferraron a él, sin leerlo, sin comprenderlo.
De
adolescente lo leí despacio: qué manera de analizar las contradicciones del
capitalismo. Desde entonces temía lo que sucede ahora, esta crisis de sistema,
capitalismo de casino, fin de modelo que prefiere seguir matando de hambre
antes que claudicar: no creo ser indolente, sino lúcido, crítico. Hölderlin
quería que fuésemos dioses de nosotros mismos. Incluso el jesuita Gracián
escribía:” No hay mayor señorío que el de sí mismo”.
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